jueves, 22 de mayo de 2014

The Explosion of the Spanish Flagship



Julio 2012. En Amsterdam nos instalamos en la marina SixHaven, justo enfrente de la Estación Central. Cada día llegamos desde nuestro barco hasta el centro en un paseo de diez minutos. Figúrense: pasar unos días de turismo en pleno Amsterdam, instalado en tu propia casita flotante.

Lo de la SixHaven hay que verlo para creerlo. Imagino que pasa por ser una de las marinas más solicitadas del mundo, y a la vez más acogedoras y tranquilamente atendidas por su Havenmeester. La filosofía de este hombre es simple: que entren barcos hasta que ya no quepa ni uno más en toda la superficie de agua disponible. Al final del día acaba siendo posible cruzar de una orilla a otra de la dársena caminando de barco en barco, literalmente. De verdad que estamos tan encajados que no sé para qué montamos amarras. Es un ejercicio
de Tetris diario que comienza hacia las 10:00 am. Los que se marchan deben abrirse paso entre los que se quedan. Los que vienen para quedarse deben esperar a que alguno salga, pero sin dejar de proteger su turno en la fila, y por tanto acechando a la misma entrada. Maniobras muy muy ajustadas, acelerones avante y atrás, el ruido estridente de las hélices de proa, algún grito (pero sorprendentemente pocos, y joviales). Algún día atrasamos nuestra ruta turística por la ciudad para sentarnos en cubierta a presenciar el espectáculo, como por cierto hacían la mayoría de nuestros vecinos (los que, como nosotros, tenían su lugar asegurado y se quedaban por un día más). Disfrutar como espectadores, y echar una mano, si se puede, antes de que nos toque a nosotros salir a escena, el día que nos marchemos… ¿¡tendremos que contratar un helicóptero que nos desencaje el barco de aquí!? Pero no pensemos en eso ahora…

SixHaven Marina
(Wendy más o menos en el centro de la imagen)




Havenmeester gestionando los espacios
En nuestro paseo diario desde la marina al centro de la ciudad, atravesamos el Nordhollandsch Kanaal, por encima de su exclusa, y cruzamos el Ij en un ferry gratuito para peatones y bicicletas que comunica las dos márgenes constantemente. Vemos, por cierto, que el Nordhollandsch habría  sido un buen punto de atraque (amarrados a los árboles de la orilla), en caso de que la SixHaven no nos hubiese podido acoger: no ofrece ningún servicio, claro, e imagino que están prohibidas largas estancias, pero al menos da resguardo de la resaca que provoca el intenso tráfico en el Ij.

Nordhollandsch Kanaal



Ferry cruzando el Ij
De Amsterdam no sé que decir que nos esté en las guías. Que me pareció tan bonito como Venecia, pero sin ese miedo de que se vaya a romper o a derrumbar de un momento a otro. Y que nos entregamos al turismo de plano y guía, y a los museos, como hacía tiempo. Llueve, pero no mucho.

En el Rijksmuseum, además de otros muchos que nos dejaron boquiabiertos, me llamó la atención este cuadro de Hendrick Cornelisz Vroom: el barco explota en medio de la batalla, se parte horizontalmente en dos, y se representa a la tripulación de españoles (junto con otros pertrechos de abordo) volando literalmente por los aires, algunos más alto que los mástiles, otros enredados en la jarcia, que interrumpe su trayectoria. Qué horror. Me da por acordarme del personaje de Alatriste, y de los tiempos en que andábamos por aquí a sangre y fuego (no nosotros, los presentes, sino nuestros antepasados). Me alarma esa primera persona de plural, y más ahora que la veo escrita. Pero tengo la impresión de que no ha pasado tanto tiempo, y de que las cosas (entre pueblos, entre naciones) no han cambiado tanto, salvo en los métodos, que se han sofisticado.

Lo que no debe haber cambiado en todos estos siglos es este cielo gris, este clima sombrío, este sol que no calienta, ni aun en pleno mes de julio… Qué contento estoy de andar perdido con mi barquito por Europa, especialmente ahora que nos hemos desprendido de Suecia y su influjo, y definitivamente no hay un puerto al que se pueda “volver” (sólo uno al que llegar, navegar hacia delante). Pero también: cuánto me gustaría llegar ya, poder disfrutar de este barco al abrigo de nuestras rías, en nuestras playas de arena, y bajo ese sol más cálido, más amable…

Dejamos Amsterdam el mismo sábado en que se celebraba el Gay Parade, ya presagiado por las banderas arcoiris con las que nos habíamos encontrado adornada la ciudad. Así que en nuestra travesía por el Ij, nos cruzamos con barcos con música a todo volumen, decoración en color rosa, y pasaje animado y festivo, río arriba rumbo a la gran fiesta, que poco a poco nos fue quedando atrás.

Amsterdam

Magere Brug

Exclusas del Amstel







Rijksmuseum









Nos desencajamos



Escenas del Ij






Gay Parade

(continúa en Los enamoramientos)

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