miércoles, 13 de enero de 2016

Marchando una de piratas



A high wind in Jamaica. Maravillosa película (Alexander Mackendrick, 1965). Maravillosa novela, antes que película (Richard Hughes, 1929). Acabo de terminarla, en la edición en castellano de Alba Editorial.


Muy dura novela, mucho más que la película que dicen que tuvo que someterse a ciertas concesiones comerciales para no comprometer su éxito en taquilla. En la novela, en cambio, está todo tal como sucedió: piratas decadentes conviviendo con niños y niñas, algunas en edad adolescente, hasta el punto de que hay pasajes que provocan verdadero malestar físico al leerlos, no tanto por lo que se cuenta, como por lo que sólo se intuye: magistrales elipsis, fluidez y efectividad narrativa. Además de grandes virtudes literarias, contiene escenas marítimas memorables: rigurosas, intensas, y muy fieles a la fascinación que se siente en la infancia por los barcos y por
la vida abordo.

"En cuanto a los niños, sus primeros días en el mar habían transcurrido con la brillantez de un circo prolongado. No hay máquina inventada para propósitos serios, que además se adapte tan bien al juego, como el aparejo de un barco."

La novela me la regaló mi hermano, que nunca falla en sus recomendaciones. Se ve que conoce los resortes de mi imaginario literario y marítimo. No en vano, en tiempos ya lejanos abordamos juntos muchos barcos mercantes, con una tripulación de desalmados Famobil; tardes inolvidables de aventuras, donde él ponía el guión y la voz en off… 

Foto: Sergio López

Él mismo es un tusitala, un contador de historias. Para muestra, vean el cortometraje Juan Marante. A veces, además, se deja engañar y se embarca conmigo en aventuras náuticas por lugares remotos (aunque ya nos hemos retirado de la piratería).

Abordo de Wendy, en la isla sueca de Gullholmen

Ahora acaban de publicarle un libro de relatos, Tiempo prestado.

No hay piratas (aunque podría haberlos), pero sí personajes afines a ese destino sombrío y fatal de la canción. Duros y frágiles al mismo tiempo. Exhaustos de soportar la agresividad ambiente de un mundo que se violenta, en el que aun con todo, existe la belleza. A veces con redención (el amor de Natalia, por ejemplo). A veces no (The Last Kiss, La guerra de sir Agravaine). A veces, ni se sabe: queda en suspenso, sólo se barrunta lo que vendrá (La huella del crimen, A un lado de la carretera). También hay humor desternillante, y amistad leal (La chica del videoclub). En fin, podrían ser todos piratas, pero les ha tocado correr otras vidas, en un barrio de París, en un paisaje de fábula medieval, o en esos pueblos del Norte donde están ambientadas muchas de las historias. 

Merece la pena esta entrevista que le hace el editor al autor, en la que van desgranando el contexto de los relatos y su proceso creativo.

Lo recomiendo encarecidamente: es muy bueno. Si alguien piensa que lo hago porque es mi hermano, se equivoca: lo recomiendo porque es muy bueno. Si alguien piensa que lo hago porque tengo algún interés en el botín, también se equivoca: lo recomiendo porque es muy bueno. Créanme, por esta vez; parafraseando aquel monólogo final de La fuga (otra de piratas): no todo lo que les cuento aquí es falso, palabra de estafador… Cómprenlo (compren unos cuantos, ¡regálense libros!) y ya verán: es muy bueno. Está disponible aquí.


"La marea estaba subiendo, las olas rompían en la playa y al retroceder formaban pequeños regueros que brillaban a la luz de la luna. Desde la orilla, Portero contemplaba la superficie del mar, el contorno suave de la costa y las luces de los pesqueros de bajura que faenaban en la boca de la ría." 



He tenido la suerte de seguir junto a él, como mero acompañante, el proceso de producción editorial (que en estos tiempos es una aventura). Recuerdo que al principio se oían voces de espectadores cenizos, de esos que te gritan desde la orilla del muelle “¡No vais a ninguna parte con este temporal!”. No hay que hacer caso. Ni caso. El mejor antídoto contra esos agoreros es el del proverbio: la persona que dice que no se puede hacer, no debe interrumpir a la persona que lo está intentando.

Y ahora, aquí lo tenemos, oliendo a recién impreso, llegando a los expositores de las librerías, a los escaparates de las tiendas on-line. Parece que se está vendiendo bastante bien, pero eso es lo de menos. Lo esencial es eso otro: trazar una ruta, un plan, e intentarlo. The great affair is to move.

When a man is young and certain
he hopes that fate will send
love that has no crying
love that has no end…
But when his life is turning
as it was meant to be
fate sends a love that hangs him
high on a gallows tree.
(A High Wind in Jamaica theme song, Larry Adler) 


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