viernes, 25 de abril de 2014

Standing Mast Route




La Staande-Mastroute es un fenómeno náutico extraordinario, que cualquiera al que le guste navegar y los barcos debe experimentar alguna vez en su vida. Así de claro lo digo. Es una prueba plausible de que este país está orientado a la navegación y vive en armonía con el medio acuático y con los barcos: un país boat-friendly.

Consiste en una ruta de aguas interiores que atraviesa enteramente los Países Bajos, de Norte a Sur, conectando algunas de las
principales ciudades (Groningen, Amsterdam, Haarlem, Leiden, Rotterdam...), y que puede ser recorrida por veleros de quilla fija sin la necesidad de desmontar el palo.

Desmontar el palo no sólo consume tiempo, logística, dinero... Consume espacio y habitabilidad, y empeora la estabilidad. Mantener el palo en alto, además, te mantiene con posibilidades de navegar a vela, lo cual no es descabellado en los canales (y está generalmente permitido), y desde luego es necesario en los mares interiores.

Hay muchos puntos en los que puede alcanzarse el mar abierto, o volver a recuperar la seguridad de las aguas interiores, si la meteorología fuera se complica, lo cual es muy conveniente en largas travesía Norte-Sur como la nuestra.

En algunos tramos la ruta transcurre a través de un mar interior. En otros coincide con rutas fluviales comerciales, como la cuenca del río Maas, o el Ij, en los entornos de Rotterdam y Amsterdam. Y otras veces discurre a travesando polders, por canales artificiales.

La clave de todo el sistema, lo que nos permite mantener el palo ahí arriba, es que todos los puentes que se aparecen en la ruta son operables (levadizos o desplazables), y entonces ya no hay obstáculos: sólo el cielo sobre nosotros.


La red de canales neerlandesa es infinitamente más larga, pues el país de hecho, es más agua que otra cosa. Lo singular de la Staande-Mastroute es que es una combinación de tramos de algunos de esos cientos de canales, que en su conjunto completan una ruta “mástil en alto” por todo el país.

La navegación es muy tranquila, una vez adquirida la familiaridad con esta práctica exótica de atravesar puentes y exclusas. Los principios básicos son sencillos: luz roja, esperar; luz roja y verde, prepararse para pasar; luz verde, pasar sin demora.

Luz roja: esperar

Luces roja y verde: prepararse


Luz verde: pasar

La mayor exigencia es de estudio, de planificación. Si uno pretende cubrir una buena cantidad de millas al día, debe contar como camino crítico con las horas de inicio y fin de operación del primero y el último de los puentes que pretenda atravesar. Y en especial, las  horas de apertura de las exclusas y de aquellos puentes, normalmente de ferrocarril o grandes autopistas, que no abren a demanda, si no en horas predefinidas. Conocidas esas condiciones de contorno para cada singladura, sólo hay que madrugar y progresar a ritmo suficiente para estar en la cola de espera antes de que ese puente crítico permanezca abierto por unos pocos minutos.

La cartografía esencial es la que publica la ANWB (Algemeen Nederlandse Webbruickers Bond: “Asociación de Usuarios de Carreteras y Canales”), que se parece más a un mapa de carreteras que a una carta náutica. De hecho no sirve para navegar los mares interiores, pues aunque también los muestra, no incluye ni coordenadas geográficas a los márgenes, ni profundidades, ni una escala fiable. Pero para la ruta canalizada es imbatible en practicidad: te sitúa a base de puntos kilométricos, te muestra hasta el último cruce con el más pequeño canal lateral, los horarios de operación de cada puente en camino, y una ficha detallada de atraques y marinas a lo largo de la ruta, allí mismo sobre la página en la que te encuentras (sin tener que consultar tediosos anexos de letra minúscula…). Sólo lamento que no toda la información que da está traducida al inglés. 


Con todo, lo fundamental de toda esa información, además de los horarios, son estas siglas decisivas: BB, beweegbare brug (opening bridge). Es decir, puente operable, o dicho de otro modo: “por ahí sí puedes pasar con el mástil en alto”. Si la carta no indica BB junto al puente, entonces se trata de un puente fijo, y la conclusión es clara (y alarmante): “por ahí no te metas, o te dejarás el palo contra el puente ante la mirada atónita de los coches…”. En cualquier caso, siempre aparece una H seguida de un número, que indica la altura libre, en decímetros, entre el agua y el tablero, en su posición de tráfico rodado. 

Aún hay quien se decide a saltarse el semáforo en rojo, mientras a los demás nos toca esperar. Pero para eso hay que tener mástil abatible, lo cual es frecuente aquí, como ese Delphia 28 de la foto, mediante un mecanismo de triangulación sencillo y funcional, que puede manejarse en solitario. Otro rasgo característico de los barcos aquí es equiparse con una pértiga graduada, para tomar sondas precisas en las zonas menos profundas.

¿¡Por qué esperar!?


Pértiga de sondar

La operativa de puentes y exclusas obliga a veces a la organización de convoys en los que se juntan decenas de veleros que van atravesando la ciudad al ritmo que el tráfico rodado lo permite (pues le obligamos a detenerse, mala cosa en hora punta); o en un pueblo, a la velocidad a la que el lock-keeper se desplaza en bicicleta de un puente al siguiente, pues es sólo él quien va abriendo y cerrando a nuestro paso.

Lejos de los núcleos urbanos, los puentes se abren a demanda, a menudo operados varios de ellos desde un único centro de control remoto. Basta pedirlo por el canal VHF que tenga asignado ese puente (siendo el mayor obstáculo pronunciar por radio el nombre del puente: “¿que dónde me dice que está?”, “¿que qué puente quiere que le abra?”). O a veces sin ni siquiera pedirlo, si el puente tiene videovigilancia y el operador, allá donde esté, está pendiente de la pantalla y te ve aproximarte.

Puente de autopista en Spaardam

Puente Schellingwouderbrug

Puente peatonal en Haarlem

Puentes...

... y más puentes

¿Se abrirá?

¡Alehop!

Los mercantes pasan primero...

...y ahora vamos nosotros

Es importante tener un motor en condiciones. Lo cual no fue nuestro caso, pues Wendy llegó a consumir en nuestro periplo por los Países Bajos hasta un litro de aceite por singladura, lo cual, sobra decirlo, es una barbaridad. En Rotterdam hizo un trabajo extraordinario Pedro cambiando los anillos del pistón. Pero antes de esas manos de cirujano experto, recuerdo a Elena dar vela en una pequeña lámina de agua para poder apagar motor, mientras Friki y yo aprovechábamos ese ínterim, en navegación, para llenar el motor con ese litro de aceite que se nos había zampado desde la mañana... En fin, como siempre: al límite de nuestras capacidades y de las del barco.

Como el motor estaba así de mermado, teníamos que arrancar cuando las luces aún estaban roja-verde, para que cuado cambiaban a verde-verde nos cogiera ya con cierta velocidad, y no de últimos en la cola… El lock-keeper se impacientaba, los coches en la carretera cortada también (“¡a ver los del barco, que aceleren…!”), y no digamos el barco que le tocase a nuestra popa, con tanta humareda… Este viejo motor no da para más, amigos, no me lo atosiguen que bastante está dando de sí...

Llevamos muchas defensas, y no nos molestamos en recogerlas de un puente al siguiente. Algunas de ellas conviene descolgarlas por el costado en horizontal, pues es la forma de hacerlas trabajar al abarloarse contra los pilotes de espera, o contra las guías verticales del interior de las exclusas.

Es especialmente pintoresco el sistema de “pago de peaje en zueco” que hay en algunos pueblos: el operador del puente asoma por la ventanilla de su cabina una caña de la que cuelga un zueco, al paso de cada barco, para que, sin detener la marcha, desde el barco un tripulante coloque la cantidad exacta en monedas. Si fuera España, la mayoría meterían viejas pesetas, retiradas del curso legal… “y que me echen un galgo”. (Lo siento, de verdad, no he podido evitar una reflexión tan injusta y poco constructiva)






Lo más impresionante son los puentes de ferrocarril, pues estos no giran verticalmente sobre un eje, sino que a menudo un pedazo de la plataforma del ferrocarril se eleva paralelamente al agua, o pivota horizontalmente, llevándose consigo toda la infraestructura asociada, incluida catenaria. Otras veces ese tramo de vía no tiene catenaria, y el tren, sin tensión, cuchillas abajo, avanza por inercia  hasta que ha atravesado el puente. Y por supuesto los naviductos, en los que los tráficos rodado y flotante nos cruzamos sin interrumpirnos, cada cual a los suyo.

Esto es la StaandeMast Route. Pasen y vean. Un monumento, una pieza única de su patrimonio náutico nacional.


Exclusa Terherne en Sneekermeer

Algerabrug y compuertas de contención entre el Hollandse Ijssel y el Maas

Naviduct Krabbersagat en Enkhuizen (Foto: LexSalverda)

Puente de ferrocarril (spoorbrug) en Grou

Puente de ferrocarril en Gouda



(continúa en The East India Company)

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