miércoles, 2 de abril de 2014

The wind in the willows




Junio de 2012. En Delfzijl dejamos atrás el Mar del Norte (aunque sólo por un tiempo). Entramos a los canales interiores de Holanda, y por unos días tuvimos navegación regalada: sólo seguir el canal y ver pasar molinos, vacas y gabarras. Y sentir el viento entre los sauces.

En el embarcadero del centro de Groningen, la harbourmaster, que era mujer (y ahí comenzó mi fascinación por el exotismo de los Países Bajos), en cuanto pisamos tierra y nos vio extranjeros nos advirtió a Friki y a mí de que en Holanda se hace pipí sentado, tanto mujeres como hombres. A lo que nos miramos perplejos, y ambos replicamos al unísono, orgullosos, que
en España también habemos (algunos) hombres que hacemos pipí sentados…. Los baños, escondidos en un callejón del paseo que da al canal, eran, en efecto, lo que se dice “una cucada”: pequeños, ordenados, cálidos, prácticos, impolutos, acogedores. Así que nos fue fácil comportamos como haríamos en nuestras propias casas. Sentados. Siento tener que empezar con detalles tan prosaicos, uno no controla el proceso selectivo de la memoria sobre los recuerdos.

Eemskanaal

Groningen, al fondo

Groningen, centro

Dejamos Groningen a lo grande: atravesando la ciudad (unos 200.000 habitantes) por el medio y medio, formando parte de un convoy de barcos que se organizó en los minutos previos a la apertura del primer puente. Se abre un puente, el convoy pasa. Se cierra ese primer puente, el convoy espera, “retenido” entre dos puentes. Hasta que el segundo puente se abre, y el convoy avanza otra posición. Muchos barcos confinados en poco espacio, intentando no moverse para no acabar unos contra otros, a la espera de que se abra el siguiente puente. Motor avante, motor atrás. Así, todos quietos…ay, esa racha de viento que me está empujando; ay, la sonda que apenas me da agua; ay, este que se me está abarloando… Esas situaciones close-quaters en que conviene tener la póliza de seguro al día.

Convoy urbano




Tras la ciudad, volvemos a adentrarnos en las campiñas. Como el  caminante que entra y sale de los pueblos por la puerta de atrás que hoy en día son los caminos, y casi imperceptiblemente (porque ese es su ritmo) ve transformarse el paisaje de urbano a rural, y viceversa. Así vamos dejando pueblos y ciudades, más o menos a la misma velocidad que el caminante, o que el cicloturista. Hasta que la siguiente ciudad empieza a presentirse en leves cambios del paisaje, varias millas antes de cuando finalmente aparece a la vista: detrás de una curva cerrada del canal, al fondo de un tramo de agua ancho y recto como una gran avenida, o a lo lejos sobresaliendo su iglesia por encima de un bosque.

Reitdiep


Garnwerd



Zoutkamp

Lawerzee

Dokkumer Djip

Engwierumbrug

Por momentos llueve mucho, aguaceros. El que va a la caña se enfunda el traje de aguas amarillo de capitán Pescanova, y ¡ala!, a mojarse. Los demás nos quedamos a resguardo bajo la capota (es que no hay necesidad…), y le damos ánimos.

Hay zonas en que el canal sólo en su centro tiene los 1’50 m que necesitamos para flotar. Al salir de Groningen ya habíamos varado, al aproximarme a unos pilotes contra los que esperar a la apertura de un puente (el Wierumerschouwsterbrug, aquí delante estoy viendo en la carta el impronunciable nombre). Pues bien, en la extensión abierta que es el Lawerszee, volvimos a varar, esta vez más misteriosamente, navegando perfectamente equidistantes de la verde y la roja, como quien coge un repentino badén de la carretera, del que nos desprendimos con la propia inercia, fondo blando.

En Dokkum creímos estar dentro de una postal, de tanta  belleza plástica que componen los barcos, los puentes, los molinos, los canales por entre las casas, la calma apacible del final de la tarde.

Dokkum










Dokkummer Ie

Al fondo, el pueblo de Buurdaard

En Leeuwarden, como en otras grandes encrucijadas urbanas, hacían falta dos para llevar el barco: uno al timón y otro atento a la carta dando indicaciones, para no perdernos en el laberinto de canales del centro de la ciudad, no fuera a ser que tuviésemos que acabar preguntando a un taxista… Y aún con todo, nos vimos acorralados en algún que otro "canal sin salida".

Afueras de Leeuwarden


Leeuwarden, centro ciudad



A la altura de Wergea

Atracando en la marina de Sneek, varamos varias veces, hasta que acertamos con una plaza con suficiente calado, sin que supiésemos cuál debería ser el medio para identificarla sin recurrir al ensayo y error. Y sin que nadie nos lo pudiese explicar: siendo las seis y cinco de la tarde, la oficina estaba cerrada, claro. 

O sea, que varamos, varamos, y volvimos a varar. Nos aburrimos de varar, hasta que dejamos de darle importancia, y quizás aquí sea así: no dar por hecho que ahí en medio hay agua... no te sorprendas si no la hay. 

Elena y Friki me dieron una vuelta por las alturas del mástil, desde donde se aprecia cómo toda la red de canales se desparrama por unas millas en esta gran laguna que es el Sneekermeer, aunque el balizamiento sigue manteniendo “canalizado” el tráfico, y delimitando zonas de recreo y aproximación a puertos.

Sneeker

Sneekermeer


En Lemmer compartimos exclusa con barcos mercantes, mucho mayores, que tan de cerca parecen animales de otra especie.

De la exclusa salimos al Ijsselmeer, en el que volvimos a tener sensaciones de mar abierto (aunque es un mar “cerrado”), ola corta y puñetera. Unos 20 knts de proa, o algo más, lluvia, un rizo a la mayor, vuelta a la navegación a vela y a la ceñida. Hasta que el día fue abriendo y el viento rolando, para acabar por hacer bueno uno de los bordos, que nos fue llevando a rumbo directo hasta la entrada de Enkhuizen, al extremo del dique que delimita por el sur este gran mar interior. El sol salió a darnos la bienvenida, alegre, sí…pero no muy cálido.

Exclusa de Lemmer




Ijsselmeer

Enkhuizen


Mientras esperábamos a que nos diesen una buena plaza más o menos definitiva (aquí se quedaría el barco por unas semanas), provocamos curiosidad entre los paseantes, y - caramba, dejémonos de modestias - también admiración…

…¿¡ó era compasión!?:

- ¿Os puedo hacer una pregunta?
- ¡Sí, claro!
- Tenéis bandera sueca: ¿¡venís desde Suecia…en este barco tan pequeño!?
- Sí, desde algo más al norte de Göteborg.
- Pero vosotros no tenéis aspecto de suecos…
- No, somos españoles.
- Pero entonces…¿¡¡vais a continuar hasta España… en este barco tan pequeño!!?
- Sí, bueno, ese es el plan.
- ¡...pues que tengáis mucha suerte!


May I ask you something...?

5 comentarios:

  1. Que lujo de entrada!!
    Una suerte poder leerte y conocer ese tramo de tu travesía. Me ha parecido un reportaje precioso Pablo, gracias por enseñarlo.
    Tengo un amigo que hace 2 años atravesaron el Canal su Midi en Francia, entraron por el Mediterráneo y salieron por Burdeos al Atlántico, les voy a mandar esta entrada. Seguro que le gusta.
    Lo dicho, muchas gracias y un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Hola, Fernando... el lujo son tus frecuentes visitas por aquí!

    ResponderEliminar
  3. Estimado Sr. de Castro, por mar abierto no me atrevo a navegar en esa cascara de pez, pero cuente usted conmigo para próximos paseos por la campiña holandesa.

    ResponderEliminar
  4. Hola chicos. Pues sí, yo atravesé Francia por el Canal de Midi en un barquito de 6 metros, después de dar la vuelta a la península en sentido antihorario desde Santander. Un lujo de navegación por los canales, más relajada, no tan deportiva, pero mucho más interesante en cuanto a gentes y paisajes, anécdotas (en el mar no pasa nada en muchas horas), etc. 174 exclusas y navegar 200 metros sobre el nivel del mar, meterse por un río no canalizado, las sorpresas tras cada recodo, etc. Algo muy recomendable para hacer al menos una vez en la vida de navegante. ¿Suerte en vuestra ravesía!.
    Un saludo
    Alvaro.

    ResponderEliminar
  5. Gracias por tu visita, Álvaro, y por traer aquí un "souvenir" de la aventura con tu Corto Maltés. Espero que el libro esté yendo bien. Tengo muy buen recuerdo de aquella Cutty Sark de grandes veleros en la que navegamos juntos. Hasta pronto.

    ResponderEliminar